ARQUITECTURA POPULAR ONUBENSE – parte 1

Dentro del amplio término de “arquitectura popular” nos centraremos, por su mayor peso, en la arquitectura residencial de las comarcas de la Sierra y el Andévalo onubenses.

En términos generales, la arquitectura popular onubense responde a un esquema de construcción resuelta por medio de limitados recursos económicos, utilizando materiales de proximidad, de escaso valor. Se trata de una arquitectura que da respuesta a una economía débil en la que no hay obreros especialmente cualificados. Hay excepciones, claro está, en las zonas de mayor renta de la Costa y el Condado, pero de esas comarcas hablaremos otro día

LAS VIVIENDAS POPULARES

Dentro de la arquitectura popular onubense, las diferencias sociales se muestran en una mayor o menor superficie de la vivienda más que en una mayor riqueza del tratamiento de las fachadas. Esto puede ser una herencia árabe, donde los edificios al exterior no muestran diferencias económicas (como puede ocurrir en Écija o en Antequera) y el uso de materiales es muy uniforme. Es en el interior donde estas diferencias se muestran con más nitidez. Los acabados (solerías, estucados), cerrajerías, etc. nos van a dar pistas del nivel económico de los usuarios de las viviendas.

LA ARQUITECTURA DE LA SIERRA

Hablar de arquitectura popular nos transporta directamente a la comarca de la Sierra, gracias a su fusión entre arquitectura y paisaje y al elevado grado de conservación con que se nos presenta su casco residencial.

Se trata, sin embargo, de una arquitectura de gran sencillez constructiva. Una estructura con muros de tapial o mampuestos, normalmente paralelos a fachada, que definen una serie de crujías, sobre las que se irán disponiendo las diferentes estancias de la vivienda.

Los forjados se realizan con una tablazón clavada a rollizos de madera que se apoyan en los muros de carga, definiendo este plano un techo que sirve también de suelo a una planta alta o “soberao” destinada a almacén de los productos agrícolas de consumo para la casa y también como de trastero para muebles y enseres. Este espacio se cubre con un tejado resuelto con rollizos apoyados en los muros y formando las pendientes, donde se clava la tablazón y sobre ésta, la teja cerámica árabe, tomada con barro.

Aunque hay tantas distribuciones interiores como viviendas, en general, todas presentan el mismo esquema. En la primera crujía nos encontramos una entrada vinculada a la calle, a través de un zaguán, y desde éste o una vez pasada la puerta interior, se accede a los dos dormitorios que dan a la calle. En las siguientes crujías hay una serie de habitaciones sin ventilación directa al exterior y, al fondo, el espacio de salón-comedor con ventilación al patio trasero. En ese patio, en un ala y como prolongación de la vivienda, se ubica la cocina y después un baño, al que en muchas ocasiones se accede desde el patio.

Al fondo de la parcela se ubican las cuadras y el pajar y que, por medio de una puerta falsa, en parcelas de mucha profundidad se tiene acceso a otra calle. En otros casos, en parcelas más anchas, las cuadras se localizan en el mismo cuerpo de la vivienda.

En algunas localidades, con una economía de subsistencia, no es raro encontrar al fondo del patio elementos como una bodega, un horno o un huerto.

Las fachadas de las casas serranas suelen presentar pocas variaciones: paramentos lisos encalados, con huecos recercados y balcones localizados compositivamente según los ventanales de la planta baja. En las localidades más lluviosas aparecen en segunda planta una “solana”, una especie de galería cubierta de gran fondo dando a fachada.

Los huecos en la arquitectura serrana son de pequeñas dimensiones, normalmente rectangular vertical o cuadrado, que sirven para protegerse del calor y luminosidad exterior. El motivo de esto es que, al abrirse en muros de tapial poco cohesivos, son difíciles de ejecutar y más caros que el muro en sí.

 

El zócalo de las fachadas sirve de distinción entre lo que es calzada y lo que es vivienda y de protección contra salpicaduras.  Además, es el único elemento que en ocasiones posibilita diferenciar una propiedad de otra. En muchos casos es una mínima expresión: una línea de color azulado o plomizo, o en otros, una solería hidráulica.

La puerta de acceso se realza con un recercado de dos elementos que sostienen un falso dintel. Encima de éste, un hueco, a veces minúsculo, nos permite adivinar la existencia de un “soberao”.

La cubierta siempre vierte a la calle. Las tejas vuelan sobre la fachada y sus aguas se recogen con canalones que arrojan las aguas a ras de calzada. En muchos casos, la propia teja invertida sirve como soporte para el vuelo de la teja de cubierta, produciéndose así un doble vuelo que posibilita una mayor anchura del mismo.

LA ARQUITECTURA DEL ANDÉVALO

La arquitectura del Andévalo se realiza con menos recursos que la de la Sierra, más uniforme y rígida. Mantiene el mismo esquema de distribución de espacios como en la Sierra, pero el número de estancias y sus dimensiones, en general, son más reducidas. Esto implica que algunos espacios se usan para diversas funciones. La cocina es comedor y también sala de estar y, en algunas viviendas, los espacios destinados a los animales quedan físicamente incorporados al edificio principal.

Al no estar la economía tan desarrollado, no encontraremos aquí espacios de uso específico como bodegas, amasadero, horno u otros.

Las fachadas son simples: con un hueco de acceso centrado y dos huecos de ventana a ambos lados. En el caso de existir una segunda planta, aparecerán tres huecos correspondiendo en vertical con los de planta baja.

La cubierta de teja vierte las aguas directamente a la calle, sin canalones, gárgolas ni rejerías de materiales nobles. El zócalo se resuelve en muchos casos con aplacado de ladrillo y la fachada se pinta a la cal en tonos blancos, sienas u ocres.

Es una arquitectura que ha llegado a nuestros días más desvirtuada por la aparición de los aplacados de fachada con azulejos o la perfilería de aluminio en puertas y ventanas.

ARQUITECTURA POPULAR ONUBENSE – parte 1
CASA OLVE

Mario Gómez Mogeda

Arquitecto técnico

Leer, carnaval, los cómics, los juegos de mesa, fútbol, NBA… Su listado de aficiones es más alto que él.

No le gusta la playa porque sólo entiende la arena y el agua acompañada de cemento.

La fama no le sube a la cabeza, porque no llega. Ve el mundo a escala 1:10.

Y, además, es aparejador.

Antonio Rivas Pérez

Arquitecto técnico

Su llegada al estudio siempre marca la hora de tomar un café.

Aporta experiencia y sosiego al equipo. 

El verano es su mejor época. Le gusta mucho cocinar y en las obras es en donde está en su salsa. 

Es aparejador y, además, arquitecto técnico.

Paula González González

Arquitecta

Le encanta dar paseos con su perra, siempre acompañada de sus animadas playlist de pop.

Su amor por las novelas de romance histórico es igualado solo por su conocimiento de los últimos acontecimientos de la sociedad. 

No le gusta nada llegar tarde a los sitios, por lo que si no llega a tiempo, ¡Houston, tenemos un problema!

Antonio Olaya

Antonio Olaya Camacho

Socio arquitecto

Nació en el blanco Moguer. En Sevilla y en Venezia aprendió mucho de lo que sabe.

En la naturaleza se siente bien. Disfruta del aroma de un libro, del sonido de un lápiz tocando el papel…

Es padre por duplicado y le gusta leer cuentos. La prisa no va con él porque él va más lento.

Es una A de AHAUS.

Henar Herrero Soriano

Socia arquitecta

Cómoda encuadrando detrás de una cámara, fotografiando edificios. Sensible con la sostenibilidad.

Siempre deja un dedo de café en la taza y garabatea croquis en servilletas de bar.

Le gustan las series y las escaleras bonitas. Adora hacer listas.

Es la H de AHAUS.

Ana Gómez Mogeda

Socia arquitecta

Siempre a caballo entre el Andévalo y la costa.

Adicta a la ortografía y a las tablas de Excel. No se resiste a una buena normativa.

En su mochila hay más objetos que en el almacén de Amazon, pero siempre se olvida las gafas de sol.

Y, además, es arquitecta.

Es una A de AHAUS.