La Ciudad de la Cultura de Galicia, concebida como un gran complejo cultural para Santiago de Compostela, fue anunciada con grandes expectativas en el año 1999. Diseñada por el arquitecto Peter Eisenman, esta ambiciosa obra prometía combinar innovación arquitectónica, integración paisajística y relevancia cultural. Sin embargo, dos décadas después, la Ciudad de la Cultura sigue siendo objeto de un intenso debate entre profesionales de la arquitectura debido a su proceso de concurso, los desafíos constructivos y los resultados finales conseguidos.
En este artículo analizaremos el proyecto y el resultado final desde una perspectiva crítica y profesional. Realizamos una visita a la obra el pasado verano y queríamos compartir nuestras impresiones. Allá van…
UN CONCURSO AMBICIOSO CON UNA VISIÓN POCO CLARA
El concurso internacional convocado por la Xunta de Galicia tenía como objetivo crear un espacio cultural que proyectara Galicia hacia el futuro. Sin embargo, las bases del concurso planteaban una ambigüedad conceptual: por un lado, se pedía una intervención vanguardista; por otro, se exigía una fuerte conexión con la tradición cultural y paisajística gallega.
La propuesta ganadora de Peter Eisenman fue elegida por su enfoque radicalmente innovador, pero también por su complejidad conceptual. Inspirado en el trazado medieval del Casco Histórico de Santiago, Eisenman diseñó un conjunto de edificios que parecían surgir del monte como una prolongación artificial de la topografía. Sin embargo, esta decisión también fue el germen de muchos de los problemas actuales.
FALTA DE CONEXIÓN CON EL CONTEXTO REAL
A pesar de su inspiración teórica en la trama urbana histórica, la Ciudad de la Cultura no logró una relación efectiva con la ciudad de Santiago. Situada en el Monte Gaiás, a las afueras del núcleo urbano, su emplazamiento crea una desconexión física y emocional con la vida cultural cotidiana de la ciudad.
LA CONSTRUCCIÓN: UN DESPLIEGUE TÉCNICO LLENO DE DESAFÍOS Y EXCESOS
Complejidad innecesaria
El diseño de Eisenman se caracteriza por una geometría compleja, con superficies curvas, formas ondulantes y edificios monumentales. Aunque visualmente impactante, esta decisión llevó a una ejecución técnica innecesariamente complicada y costosa. La implementación de encofrados especiales y el corte preciso de piedra para seguir las formas del diseño supuso un desafío constante para los equipos constructivos.
¿Era necesaria tal complejidad para cumplir el propósito del proyecto? Muchos arquitectos opinamos que el exceso formal del diseño no añade valor funcional y acaba terminando en una obra que prioriza la apariencia sobre la utilidad. La teoría y el concepto son importantes, pero luego hay que construirlo.
Sobrecostes y retrasos
Inicialmente presupuestado en 108 millones de euros, el proyecto acabó costando más del doble, superando los 300 millones. Además, de los seis edificios planeados, solo cuatro fueron terminados. Este sobrecoste y la reducción del alcance del proyecto han generado numerosas críticas sobre la falta de planificación y control presupuestario.
EXPERIENCIA DE LA VISITA: ESCALA MONUMENTAL Y VACÍO FUNCIONAL
Tras haber visitado recientemente la Ciudad de la Cultura, las impresiones que sacamos son las siguientes:
- Impresionante en escala y ejecución: La magnitud del proyecto y la calidad de algunos acabados son innegables. La combinación de piedra gallega y vidrio refleja un esfuerzo por vincular lo contemporáneo con lo local.
- Espacios desolados y desaprovechados: A pesar de su tamaño, los edificios y plazas interiores se perciben como vacíos y desangelados. La falta de actividad constante genera una sensación de monumentalidad sin vida. La pregunta inevitable es si este espacio responde realmente a las necesidades culturales de la ciudad.
- Desconexión con el visitante: La escala desproporcionada y la complejidad del recorrido dificultan una experiencia intuitiva. No hay una relación clara entre los espacios interiores y el entorno natural o urbano.
IMPACTO CULTURAL MUY LIMITADO
La Ciudad de la Cultura, concebida como un epicentro cultural, no ha logrado consolidarse como un referente activo para la vida cultural gallega. A pesar de albergar exposiciones temporales y centros de investigación, su ubicación periférica y la magnitud de sus espacios dificultan su dinamización constante. En comparación, otros proyectos culturales más integrados en los núcleos urbanos han demostrado ser más efectivos en fomentar el intercambio cultural diario.
REFLEXIONES FINALES: ¿UNA LECCIÓN PARA EL FUTURO?
La Ciudad de la Cultura de Santiago de Compostela es un recordatorio de los riesgos asociados a los proyectos arquitectónicos de gran escala cuando estos se alejan de las necesidades reales del contexto y la comunidad. Si bien es una obra impresionante desde el punto de vista técnico y visual, sus problemas de conexión urbana, funcionalidad y sostenibilidad económica nos generan algunas preguntas esenciales para futuros concursos y proyectos que queríamos compartir con vosotros:
- ¿Debe priorizarse la forma sobre la función?
- ¿Cómo garantizar que un proyecto cultural responda verdaderamente a las necesidades de su entorno?
- ¿Qué papel juegan los arquitectos en asegurar que sus obras tengan un impacto?
- ¿Cuándo se normalizarán los procesos de participación ciudadana para el desarrollo de proyectos de esta escala e importancia?